
Dios nos ha creado para el bien. El Catecismo de la Iglesia, numeral 1733, nos enseña que «en la medida en que el hombre hace más el bien, se va haciendo también más libre». La verdadera libertad no radica en hacer lo que deseo o quiero, sino en hacer el mayor bien posible. Todo esto se experimenta como respuesta a ese designio amoroso de Dios. La libertad del hombre implica la posibilidad de elegir entre el bien y el mal y, por tanto, de crecer en la santidad o de flaquear y pecar.
Para perseverar en el camino discipular propuesto por el Señor Jesús, es necesario una libertad continua y auténtica, un querer buscar siempre el bien, la justicia y la verdad, un ejercicio continuo de nuestra propia libertad.
Padre Marcelino González
San Francisco, Veraguas