A ejemplo de la Virgen María debemos aprender a ir al encuentro de los demás llevando a Jesús. Procurar que nuestro prójimo pueda descubrirlo al encontrar en nosotros un verdadero testimonio cristiano, al amarnos, valorarnos, comprendernos, perdonarnos y ayudarnos. Nuestra Madre nos agradece y aprecia nuestras muestras de devoción y cariño hacia Ella, pero no quiere que queden en Ella, quiere dirigirlas a Jesús. Es a Él al quien nos vino a mostrar, al que nos propone conocer, amar, seguir, obedecer, adorar.
Nos enseña que, aunque la sociedad destaca a quien busca sobresalir, Ella, siendo Madre del Salvador, no desprecia a nadie, antes bien quiso que un sencillo hijo suyo, el indio Juan Diego, llevara la prueba de su presencia real en medio de su pueblo.