
La Virgen María vivió libre de toda esclavitud interior para convertirse en la esclava del Señor. Ella alcanzó la cima de la libertad de los hijos de Dios; se entregó al plan de Dios y en la plenitud de los tiempos, trajo al mundo a Cristo para rescatarnos del pecado y, con la verdad, darnos la libertad.