
Cuando la Virgen María se le apareció a San Simón Stock, General de los Padres Carmelitas del convento de Cambridge, en Inglaterra, el 16 de julio de 1251, vestía el hábito carmelita, llevaba al Niño Jesús en sus brazos y en su mano el Escapulario. En 1950, Papa Pío XII escribió sobre el Escapulario: «que sea tu signo de consagración al Inmaculado Corazón de María, lo cual estamos particularmente necesitando en estos tiempos tan peligrosos».
La Virgen intercede por nosotros para que, como ella, recibamos las gracias de descubrir a Dios en la vida diaria y a no ser indiferentes a las necesidades de nuestros hermanos. El escapulario además es un recuerdo de que nuestra meta es el cielo y todo lo de este mundo es pasajero.