
Esta advocación se remonta al siglo XIII, en Barcelona-España, con la fundación de la Orden religiosa de Los Mercedarios para la redención de los cautivos. Con la evangelización de América, esta devoción se extendió y arraigó en todo el territorio americano.
En 1522 los frailes mercedarios llegaron al Istmo y obtuvieron un espacio en la ciudad para la construcción de una iglesia. Unos años después, tras el ataque a la ciudad de Panamá en 1671, el convento se debió trasladar, piedra por piedra, a la nueva ubicación de la ciudad.
Cada 24 de septiembre se celebra su festividad evocando su gran amor y misericordia hacia la humanidad.